Las películas ya nos han contado que no hay mayor felicidad que la de tener descendencia. Sí, ya sabemos que no es oro todo lo que reluce, pero en esta ocasión no vamos a entrar a criticar la idea romantizada de la maternidad. Y es que hay algo… algo que va más allá, el vínculo que creas con tus criaturas no es una relación más y, por fin, la ciencia lo avala.
Durante años se ha pensado que los bebés nacían como una tabla rasa que llenar de conocimientos y aprendizajes. Nada más lejos de la realidad, desde el vientre de la madre la unión con la vida se empieza a gestar. Sabemos que durante el embarazo y la lactancia la madre le aportará nutrientes, anticuerpos e incluso hormonas al bebé. Pero es que también el proceso se produce a la inversa, células del bebé entrarán en el cuerpo de la madre. Su ADN va a estar en ti el resto de tu vida (en parte también el del padre de tu bebé).
Además, en el proceso de gestación el cerebro de la madre sufre una “poda sináptica”, es decir, una remodelación de su estructura que permitirá a la mujer conectar mejor con su bebé y sus necesidades. Se prepara para ser más sensible ante sus señales. Es supervivencia, es pura biología. Y aún así, todavía se dan consejos de crianza que van contra toda intuición: “No lo cojas tanto en brazos, que lo estás malcriando”, “déjalo llorar, que así aprende a calmarse”, “los niños necesitan mano dura, estamos creando niños burbuja”, “pues a mí me daban una torta cuando me lo merecía y mira qué bien he salido”…
Pero, ¿alguien aquí se ha percatado de lo horrible que resulta oír a un bebé llorar? Pues sí, esto tiene una explicación. Existe una base neurobiológica y evolutiva que explica la respuesta de la madre al llanto de los bebés. Cuando nacemos nuestro cerebro se encuentra aún inmaduro y la forma en la que los cuidadores atiendan las necesidades de los bebés (de cariño, seguridad, alimentación…) va a determinar la forma en la que su cerebro crezca. Lo que la madre, padre o cuidador habitual, haga ante estas necesidades va a moldear el cerebro de las criaturas. Si ante su llanto acuden a atenderlo, el bebé entenderá que cuando necesita algo, vienen sus padres a darle confort. Sabemos que estos bebés tendrán un llanto más fácil de calmar. En el extremo opuesto, un bebé que no recibe respuesta ante su llanto, aprenderá que da igual lo que haga, nadie va a acudir en su ayuda. Esto se conoce como indefensión aprendida y provocará que el bebé deje de llorar, que deje de emitir señales de comunicación a sus padres, así que sus necesidades quedarán sin cubrir, interiorizando que el mundo no es un lugar seguro.
Pero no solo el cerebro de la madre se prepara para el gran desafío de la crianza. Todas las características del bebé este están diseñadas para activar las conductas de cuidado y potenciar la conexión cálida y cercana: un llanto agudo, esos ojos grandes y expresivos, los mofletes redonditos… esto se conoce como neotenia y permite que incluso animales de otras especies puedan reconocer a las crías desvalidas y actúen en consecuencia.
Y voy más allá, con el trato que le das a tu criatura no sólo estás ayudándole a crear conexiones cerebrales fuertes (como si esto fuera poco), es que además le estás aportando un modelo sobre lo que es aceptable y lo que no. Como dice Álvaro Bilbao, “cuando un niño ha conocido una forma de amar sana, se alejará del abuso emocional y de aquellas personas que no lo sepan amar”. Con tu cariño y paciencia le estás mandando un mensaje muy poderoso: te mereces respeto, te mereces seguridad y amor.
Y es esta magia en el vínculo contigo, la que aportará a tus hijos e hijas la seguridad para afrontar una vida llena de retos e incertidumbres. Gracias al vínculo forjado con los padres y madres (y, posteriormente, las siguientes relaciones que establezcamos durante nuestra vida), las personas aprendemos sobre la vida y cómo relacionarnos con ella. Los primeros vínculos nos aportan una guía sobre cómo son las personas, sobre cómo actuar con ellas, cómo tratarnos a nosotros mismos y qué hacer en consecuencia. Por ejemplo, un niño de dos años aún no es capaz de regular sus emociones, su cerebro no está lo suficientemente maduro para ello. Por eso, hemos de ser los adultos los encargados de comprender, acoger, calmar y explicar lo que está viviendo, para que pueda, llegado el momento, realizarlo por sí mismo.
El vínculo emocional que se da entre el bebé y los padres/madres es lo que conocemos como apego. Para que este apego sea seguro ha de ser como un faro: un puerto estable al que acudir cuando necesitemos seguridad y que, cuando partamos, nos ilumine el camino.
Si quieres aprender más sobre el apego y cómo forjar este vínculo de forma saludable para ti y para tu bebé no te pierdas el taller “El poder del apego seguro” que tendrá lugar en el Salón del Restaurante LA DIOSA el día 26 de abril.
Será una oportunidad para debatir sobre la relación materno/paterno-filial y también para reflexionar sobre nuestra propia historia de vida. Hablaremos sobre:
– Teoría del apego.
– Tipos de apego y consecuencias de cada tipo.
– La importancia del apego seguro.
– Cómo promover apego seguro desde el embarazo.
– Construir apego seguro después del nacimiento hasta los 6 años, principalmente, y también para personas adultas.
– Y mucho más.
El taller estará dirigido a embarazadas y parejas, madres, padres o cualquier persona que quiera aprender a vincularse con un apego seguro, involucrarse en la crianza o ampliar sus conocimientos sobre el apego. Como conocemos las dificultades de la crianza, estará permitida la asistencia de parejas y bebés, así como de otros familiares que deseen involucrarse en la crianza. ¡Te esperamos!
Bibliografía:
Bilbao, Á. (2015). El cerebro del niño explicado a los padres. Plataforma. Bowlby, J. (1979).
The bowlby-ainsworth attachment theory. Behavioral and Brain Sciences, 2(4), 637-638. Guerrero, R. (2018).
Educación emocional y apego. Pautas prácticas para gestionar las emociones en casa y en el aula. Planeta de Libros. Masera, R. G., Martín, P. A., & Pavón, I. R. (2011).
Relación materno fetal y establecimiento del apego durante la etapa de gestación. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 1(1), 425-434.