por Michael Tomaszewski

 

 

La vida con cáncer no se detiene. Desde hace 35 años, Estados Unidos dedica cada primer domingo de junio a los supervivientes de cáncer, especialmente a aquellos que han superado la enfermedad.

Pero ¿quiénes son supervivientes? Un superviviente es una persona que permanece viva y mantiene su capacidad funcional mientras se enfrenta a dificultades graves, incluso una enfermedad potencialmente mortal o después de superarlas.

En el ámbito del cáncer, una persona se considera superviviente desde el momento en el que se diagnostica la enfermedad hasta la etapa final de su vida. Cuando esta persona convive durante cinco años con su enfermedad pasa a considerarse como largo superviviente.

Hoy queremos dedicar este post al concepto de continuum de cáncer desde el diagnóstico hasta convertirse en largo superviviente sobre todo para destacar la importancia del estilo de vida y el ejercicio en todas las etapas, incluso en la prevención de la enfermedad.

Estilo de vida y prevención de la enfermedad

Sí. Nuestro estilo de vida también podría condicionar el desarrollo de determinadas enfermedades como el cáncer. Evitar determinados comportamientos y adquirir otros más saludables afecta positiva en nuestra salud.

Tabaco. Fumar o estar expuesto al humo del tabaco podría desencadenar diferentes tipos de cáncer: pulmón, boca, garganta, riñón, vejiga o páncreas.

Alimentación. Los alimentos procesados, altos en grasas saturadas, azúcares y la carencia de frutas y verduras también aumenta las posibilidades de padecer cáncer.

Inactividad física. El sedentarismo es otro factor de riesgo para esta enfermedad. Sobre todo, afecta a cáncer de colon o mama. Si además añadimos la falta de ejercicio a una mala alimentación aumentaremos nuestras posibilidades de desarrollar obesidad.  

Alcohol. El abuso de sustancias alcohólicas está asociado con un mayor riesgo de cáncer de boca, garganta, esófago, hígado, colon y mama.

Exposición al Sol. Pasar mucho tiempo a los rayos ultravioletas del Sol sin protección solar y sin las medidas de hidratación adecuadas es un riesgo más para desarrollar un cáncer de piel incluyendo el melanoma y el carcinoma de células basales.

Exposición a sustancias químicas y radiación. La falta de precaución ante ciertos productos químicos (por ejemplo, en un entorno laboral) o la radicación ionizante también aumenta nuestras posibilidades de sufrir una enfermedad.

Infecciones crónicas: Determinadas infecciones como el papiloma humano (VPH) hepatitis B y C, infección por Helicobacter pylori también son un agravante para desarrollar cáncer. Es importante realizar controles médicos periódicos para saber nuestra situación y tener prevención.

Diagnóstico de la enfermedad: preparación para el tratamiento y sus efectos

El trabajo de prevención es fundamental, aunque esto no significa que la enfermedad nunca llegue. Cuando esto ocurre y si contamos con un diagnóstico precoz, tenemos que reaccionar e incorporar (o potenciar) el ejercicio físico en nuestra vida. Cuando nos han detectado la enfermedad debemos entrenar para favorecer el desarrollo de la masa muscular y mejorar nuestra condición física. Se trata de estar preparados para un tratamiento agresivo. Mantenernos fuertes para reducir el deterioro que este produce.

De esta forma, nos estamos anteponiendo al deterioro que el tratamiento contra el cáncer produce en nuestro cuerpo. Según el estudio ‘Feasibility of prehabilitation prior to breast cancer surgery: a mixed-methods study’ de septiembre de 2020, cuando se realiza ejercicio físico previamente a una cirugía de cáncer de mama, se ha demostrado que no hay expansión tumoral. Todo lo contrario, tiene un impacto positivo sobre la expansión de genes antitumorales. Este estudio, además, indica que en un programa de pre-rehabilitación la función física, calidad de vida influye positivamente en los resultados postoperatorios.

Actividad física durante el tratamiento

En cualquier etapa del tratamiento ya sea en fase activa o mantenimiento independiente de si es quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia o terapia hormonal, el ejercicio físico además de beneficiar cada fase aumenta la quiere decir que es seguro es decir que no perjudica.  

Existen innumerables estudios que apoyan la práctica de ejercicio físico durante las intervenciones y tratamiento. Es más, durante el Compendio Mundial de Ejercicio Físico en Cáncer del año 2021 se consideró al entrenamiento como una herramienta no farmacológica sobre la ansiedad, síntomas depresivos, fatiga, calidad de vida relacionada con la salud, linfedema u otros efectos secundarios provocados por el tratamiento.

Al finalizar el tratamiento

Los datos de la Red Española de Registro de Cáncer (REDCAN) son claros: la efectividad de los tratamientos ha aumentado la tasa de supervivencia y esperanza de vida en todos los tipos de cáncer y especialmente en leucemia mieloide crónica, mielanoma y cáncer de colon y recto según datos de 2002-2007.

Las cifras de 2008-2012 recogen que la superviviencia a cinco años se incrementó un 3,3% en hombres y un 2,5% en mujeres.  Y si incidimos en valores de la superviviencia neta a los cinco años, fue mayor en mujeres (61,7%) que en los hombres (55, 3%).

Teniendo en cuenta todo esto, no podemos dejar de insistir en que el ejercicio físico debe tener presencia en cualquier momento de nuestras vidas: para trabajar la prevención de cualquier enfermedad, cuando somos pacientes o supervivientes. Nuestro organismo está diseñado para moverse y para recibir una alimentación saludable y hábitos de vida no perjudiciales.

El ejercicio físico, ajustando su cantidad e intensidad como cualquier fármaco tiene un importante efecto positivo en el tratamiento de cualquier enfermedad. 

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