por Quique Orellana

Puede que te sientas identificado con algunas de las siguientes opciones: tener un cosquilleo, hormigueo, sensación de tener dormida o parecer que fuese de otra persona una mano o las piernas, notar diferente un lado del cuerpo o que te cueste activar una zona del cuerpo.

¿Qué tienen en común todas estas situaciones? 

Nuestro Sistema Nervioso, principalmente el Sistema Nervioso Periférico. Si hacemos una definición sencilla y rápida, podemos entender el Sistema Nervioso Periférico como la red de conexión o cableado que tenemos por todo el cuerpo que se encarga de captar la información que nos llega tanto del entorno como de nosotros mismos, además de transmitirla hacia el Sistema Nervioso Central (grosso modo, cerebro y médula espinal) para que éste procese los estímulos y emita una respuesta, de nuevo a través del Sistema Nervioso Periférico. 

Durante todo este proceso pueden aparecer alteraciones que nos modifiquen la señal o interpretación de esta y, como consecuencia, sintamos de forma diferente. 

Hoy vamos a hablar del adormecimiento de las piernas o, técnicamente mejor dicho, parestesia. 

Si nos ceñimos a la definición propuesta por la RAE, parestesia es: “Sensación o conjunto de sensaciones anormales, y especialmente hormigueo, adormecimiento o ardor que experimentan en la piel ciertos enfermos del sistema nervioso o circulatorio.”

 

¿Por qué sucede? 

La teoría más aceptada y causa más probable es la de que se produce un atrapamiento del nervio periférico y esto hace que se altere la sensibilidad en toda la zona irradiada por dicho nervio, por ejemplo, en el síndrome del piramidal o falsa ciática. En esta patología los síntomas se reproducen desde la zona glútea y baja por la parte posterior de la pierna, a veces hasta la rodilla o hasta el pie. Debido a que un mal funcionamiento o deslizamiento entre músculo y nervio hace que este último se comprima y produzca la sintomatología.

Sabemos hoy en día que las paredes de los nervios pueden amoldarse a diferentes presiones y es un tejido capaz de deslizarse, por lo que no sabemos al 100% la explicación de este proceso, pero sí que mejora cuando aumentamos la movilidad de la zona donde sufrimos los síntomas, parecido a cuando amanecemos con una extremidad dormida y al rato de moverla ya sentimos que vuelve a su sensibilidad normal. 

Además de con la mejora de movilidad, cuando aumentamos la fuerza de una musculatura, incrementamos su capacidad de adaptabilidad y disminuye su rigidez, por lo que entrenar fuerza en estos casos, también será importante para poder revertir la situación y que desaparezcan esas alteraciones sensitivas

Pueden existir otro tipo de patologías que produzcan el mismo cuadro de síntomas, aunque de manera más persistente, algunas de ellas pueden ser:

  • Hernia de disco o estenosis del canal medular: donde se pinza la salida nerviosa, aunque cabe recordar que no todas las hernias y estenosis tienen por qué producir estos síntomas.
  • Trastornos neurológicos, como pueden ser los diferentes tipos de esclerosis, neuropatías o accidentes cerebrovasculares.
  • Algunos trastornos metabólicos o deficiencias nutricionales de algunos minerales o vitaminas.
  • Patología autoinmunes o vasculares.
  • Alguna infección vírica, bacteriana o toxicidad.
  • Lesiones en la mielina, que es la vaina que recubre el nervio, o dentro del propio nervio, estas pueden venir por algunos traumatismos, secundarias a algunas cirugías o alteraciones en los receptores sensitivos.
  • Efectos secundarios de algunos medicamentos.

La mejor opción para conocer el origen en todos estos casos será una buena valoración individual, que nos ayude a determinar la posible causa de nuestro problema y una vez descartadas las banderas rojas o patologías más problemáticas, ponernos a trabajar en la mejora de síntomas, donde el trabajo de fisioterapia y ejercicio será básico para ayudar a que desaparezcan.