por Lourdes Correa

El cáncer pediátrico se considera una enfermedad rara, en general y más aun teniendo en cuenta a cada persona por separado. “Las neoplasias malignas pediátricas se engloban dentro de un espectro de cánceres biológicamente diferentes de los que se suelen observan en adultos” (Morales Rojas, J., 2019, p. 17).
 
 A diferencia del cáncer en adultos, la mayoría de los casos pediátricos se dan sin factores predisponentes conocidos, por lo que es más difícil su prevención primaria.
 

De acuerdo con el Dr. Miguel Ángel Lendínez Ramírez, pediatra oncológico en el Hospital Materno Infantil de Málaga, a nivel mundial se diagnostican al año más de 250.000 casos de cáncer infantil. En Europa más de 15.000 niños y adolescentes. Y según el Registro Nacional de Tumores Infantiles (RNTI), en España se diagnostican entre 1.200 – 1.400 casos nuevos al año de niños con cáncer hasta los 18 años.

Tipos de cáncer

Continuando con datos aportados por el Dr. Miguel A. Lendínez , los cánceres más diagnosticados frecuentemente varían ligeramente si son niños o adolescentes.

En niños el más frecuente son las leucemias (25%), seguido de tumores del sistema nervioso central (19,6%), linfomas (13,6%) y el resto de tumores sólidos (neuroblastomas 9%, sarcomas 6%, tumores óseos 5%, tumores renales 5% y un largo etcétera), algo diferente que en adolescentes, donde el cáncer más prevalente son los linfomas (25%), seguidos de leucemias (18%), tumores óseos (17%) y tumores del sistema nervioso central (16%). (Lendínez Ramírez, M., s.f.)

Supervivencia

La tasa anual de mortalidad por cáncer en EE. UU, en edades comprendidas entre 0 y 19 años se redujo contundentemente de un 5,1% a 2,3% por cada 100.000 niños y adolescentes entre 1975 y 2015, actualmente se ha reducido un 1,6% al año entre 2010 y 2014. En los países de la Unión Europea entre 1990-1994 y 2005-2007, la tasa de mortalidad por cáncer disminuyó 5,2% a 3,5% y de 4,3% a 2,8%, respectivamente, en niños de 0 a 14 años.

 

(Morales Rojas, J., 2019) argumenta que como consecuencia de los avances en el tratamiento del cáncer pediátrico la supervivencia ha mejorado considerablemente en las últimas décadas, reduciendo los riesgos de fracaso en un 50%.

La supervivencia a largo plazo en niños y adolescentes diagnosticados de cáncer supera el 75%. Pese a ello, un aumento de la tasa de supervivencia no está relacionada directamente con un buen estado de salud una vez que remite la enfermedad. Los supervivientes de cáncer pediátrico presentan frecuentemente efectos secundarios como consecuencia del tratamiento y la propia enfermedad, como pueden ser anomalías cardíacas, complicaciones pulmonares, diabetes, deterioro en la salud ósea, entre otros. (Morales Rojas, J., 2019) Es por ello que cada vez toma más importancias la actividad física (AF) y la práctica de ejercicio físico (EF).

La importancia de la actividad física

La Asociación Española de Pediatría (AEP), ha colaborado con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y American College of Sports Medicine (ACSM), para implantar unas pautas sobre la integración de la AF en la vida cotidiana, ya que es una herramienta fundamental para la prevención de enfermedades tanto en la infancia, en la adolescencia y durante toda nuestra vida. (Álvarez-Pitti J. et Al., 2020)

Según la Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE) 2017, el 36% de la población total encuestada ocupa su tiempo libre de forma sedentaria, mientras que la población infantil representa el 14%.

El estudio PASOS realizado en España en 2019, detectó que el 63,6% de los niños y adolescentes no realizaban los 60 min de AF de intensidad moderada a intensa todos los días de la semana, siendo mayor el porcentaje de niñas (70,4%) que de niños (56,3%) que nos cumplieron con dicho objetivo.

La supervivencia a largo plazo en niños y adolescentes diagnosticados de cáncer supera el 75%. Pese a ello, un aumento de la tasa de supervivencia no está relacionada directamente con un buen estado de salud una vez que remite la enfermedad. Los supervivientes de cáncer pediátrico presentan frecuentemente efectos secundarios como consecuencia del tratamiento y la propia enfermedad, como pueden ser anomalías cardíacas, complicaciones pulmonares, diabetes, deterioro en la salud ósea, entre otros. (Morales Rojas, J., 2019) Es por ello que cada vez toma más importancias la actividad física (AF) y la práctica de ejercicio físico (EF).

Ejercicio y cáncer

Según la Asociación Americana de Cáncer (ACS) la práctica de AF y EF antes, durante y después del tratamiento, es una actividad segura y útil para personas diagnosticadas de cáncer ya que ayuda a sobrellevar los efectos secundarios del tratamiento, mejora la calidad de vida de la persona y puede aportar un nivel de energía importante para su día a día. El ejercicio favorece:

  • El funcionamiento corporal y cerebral.
  • Reduce la sensación de fatiga.
  • Disminuye la depresión y ansiedad.
  • Ayuda a dormir mejor.
  • Mejora la fuerza muscular, salud ósa y rango de movimiento (ROM)
  • Fortalece el sistema inmunitario
  • Reduce la probabilidad de que ciertos tipos de cáncer regresen.
  • Reduce los efectos secundarios del tratamiento.
  • Mejora la calidad de vida.

Y como guía sobre qué tipo de actividad y qué cantidad es la necesaria, dejo por aquí un resumen de las recomendaciones del Comité de Actividad Física de la Asociación Española de Pediatría, para la población de 5 a 17 años. (Álvarez-Pitti J. et Al., 2020)

  • La AF se recomienda para todos, independientemente cual sea su estado de salud. Están totalmente demostrados los innumerables beneficios que aporta realizar AF adaptada a cada individuo o enfermedad.
  • Realizar AF de intensidad moderada a vigorosa durante al menos 60 min diarios 3 veces a la semana (si se realizan más de 60 min supondrá un beneficio adicional para la salud) con posibilidad de dividirlos en 2 o más sesiones donde mayormente la actividad sea aeróbica, alternando con fuerza para promover el desarrollo muscular y la salud ósea.
  • Reducir el tiempo que está el niño/a delante de una pantalla y evitar conductas sedentarias. Por ejemplo: Caminar para ir de un sitio a otro, moverse en bici, subir por las escaleras…
  • Participar en actividades grupales divertidas y al aire libre, como pueden ser las actividades extraescolares.
  • Asegurarnos de que el entorno en el que realicen dicha AF sea el adecuado y libre de riesgos.
  • Importante realizar deporte y/o AF en familia, donde los padres o tutores sean modelos a seguir ya que refuerza buenos hábitos.
  • Tener una nutrición e hidratación adecuada ayuda a completar esos beneficios que aporta el ejercicio y actividad física.