por Yermoné Hamparzoumian Marín

En España hay ocho millones de personas que se despiertan y se acuestan cada día sintiendo dolor. La lógica nos dice que si me duele la espalda es porque debe de estar dañada. 

Así que buscamos la causa de ese dolor, esperando encontrar la lesión. Y empieza el peregrinaje incesante de un especialista a otro, las innumerables pruebas y las explicaciones, muchas veces, contradictorias entre ellas. Hasta que finalmente llega el veredicto: si no hay causa orgánica, el dolor es psicológico. Concepto que se ha convertido en el cajón de sastre para un modelo médico que no es capaz de aportar una explicación a esta sintomatología que no cesa, insinuando de manera indirecta que la persona se lo está inventando o exagerando. Como consecuencia, y de forma muy frecuente, se está tratando esta afección prescribiendo tratamientos farmacológicos analgésicos que generan una gran dependencia, además de otros efectos secundarios.

 

El problema de esta afección es que hemos estado mirando el dedo cuando nos señalaban el cielo: es decir, el dolor no se encuentra en el tejido, no está en la espalda, ni tampoco hay una vía cerebral específica que lo transmita al cerebro. Gracias al modelo biopsicosocial sabemos que el dolor es una emoción, según las palabras del biólogo molecular y premio Nobel, de origen armenio, Ardem Patapoutian.

El dolor es una señal de alarma que nos permite protegernos de daños, lesiones o, en definitiva, situaciones que pongan en riesgo nuestra integridad física, social o mental. Por tanto, el dolor debería “desactivarse” una vez finalizado el daño o el peligro. Cuando tenemos un dolor puntual, lo denominamos dolor agudo. Mas cuando esta sensación se mantiene durante tres meses o más, se conoce como dolor crónico o persistente.

El dolor se genera en el cerebro, no en el tejido. No, el dolor no es inventado, la experiencia del dolor es muy real y muy desagradable. Y, definitivamente, no deberías acostumbrarte a vivir con el dolor.  Para liberarnos del dolor hay que tratar el cerebro, concretamente las redes neuronales que se han configurado y conectado para afrontar ciertas situaciones. Y esto es posible gracias a una cualidad de tu cerebro llamada neuroplasticidad.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de adaptarse a los cambios, generar nuevas conexiones neuronales o reestructurar las ya existentes.

No os vamos a engañar, trabajar el dolor es un proceso muy complejo que empieza por comprender que en él influyen múltiples factores, como nuestras creencias, conocimientos, miedos, actitudes y habilidades. Si quieres aprender más, quédate por aquí y acompáñanos en esta aventura de conocimiento y redescubrimiento del dolor. Porque comprenderlo es el primer paso para poner fin a esta epidemia del dolor.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Ansede, M. (5 de octubre de 2021). El dolor está en el cerebro: puedes sentirlo en una parte del cuerpo que ya no tienes. El País. https://elpais.com/ciencia/2021-10-05/el-dolor-esta-en-el-cerebro-puedes-sentirlo-en-una-parte-del-cuerpo-que-ya-no-tienes.html

 

Goicoechea, A. (2009). Una pesadilla cerebral. Desclée de Brower.

 

Schubiner, H., & Betzold, M. (2010). Unlearn your pain. Pleasant Ridge, MI: Mind Body Publishing.