por Yermoné Hamparzoumian Marín

Hoy 4 de febrero se celebra el día mundial contra el cáncer, uno de los mayores problemas de salud en todo el mundo. Gracias a los avances científicos y médicos, hemos conseguido reducir drásticamente la mortalidad tanto del cáncer como de otras enfermedades que antes era impensable superar. No obstante, eso no significa que siempre haya una cura o que el proceso hasta la remisión vaya a ser sencillo: sintomatología diversa, deterioro progresivo o reajustes en nuestras rutinas y conductas más arraigadas como puede ser la alimentación o el ejercicio físico. Incluso hay estudios que nos hablan del chemobrain haciendo referencia a los cambios que sufre nuestro cerebro debido al tratamiento de quimioterapia (pérdidas de memoria, dificultad en la atención, etc).

Si te han diagnosticado cáncer u otra enfermedad de larga duración, es posible que hayas experimentado un sinfín de emociones. En este artículo vamos a ver algunos consejos que te ayuden a comprender dicho proceso emocional para ayudarte a transitar mejor el proceso.

El momento previo al diagnóstico puede conllevar una gran tensión emocional: miedos, dudas, preocupación por la salud y, a la vez, evitación de situaciones médicas, ya que afrontar malas noticias puede resultar un desafío insalvable para ciertas personas. 

La hora de recibir el diagnóstico suele generar dos reacciones diferentes, que a veces coexisten simultáneamente en la misma persona. Por un lado, alivio al ser capaz finalmente de nombrar aquello que ocurre y, por otro lado, incertidumbre y miedo ante el desconocimiento del pronóstico y del futuro que aguarda.

Ser capaz de afrontar el diagnóstico va a depender de varios factores:

  1. La gestión de la información por parte del profesional sanitario. Para muchos facultativos, dar una mala noticia puede resultar complicado. Si se emplea un lenguaje negativo o catastrofista, puede generar unas expectativas negativas que provoquen un empeoramiento real de los síntomas, es lo que se conoce como efecto nocebo de las palabras. 

Tip: ¿Te dijeron que siempre sentirías un dolor inaguantable que te incapacitaría por completo? ese mensaje puede estar interfiriendo en tu recuperación. Acudir a terapia te puede ayudar a repasar tu historia y detectar los factores que han influido en tu malestar.

2. La falta de información. El shock generado por la noticia, puede impedir que seamos capaces de asimilar lo que nos están exponiendo. La falta de información sobre la enfermedad (que no hemos comprendido o que no nos han facilitado) provoca malestar e incertidumbre. La necesidad de sentir el control sobre nuestra vida y nuestra enfermedad puede llevarnos a buscar información en Internet o en practicantes de pseudoterapias que se aprovechan de ese vacío y prometen curaciones milagrosas. Cuanto mejor sea la calidad de la información recibida, más responsabilidad podrá asumir la persona sobre su tratamiento. 

Tip: Si encuentras complicado comprender lo que te están contando, pide al profesional que te aporte por escrito la información, así podrás repasarla en una situación más calmada y plantear tus dudas en la siguiente cita médica.

3. El desconocimiento sobre la materia. A no ser que seas profesional de la salud o hayas acompañado a alguien que ha vivido una experiencia similar, es muy probable que toda la información te resulte novedosa. 

Tip: Si de repente te ves sumergida o sumergido en un mar de dudas y pensamientos: ¿qué significa todo esto?, ¿qué va a pasar?, ¿cómo va a cambiar mi vida? Respira hondo, comprenderlo requerirá, en la mayoría de los casos, tiempo y múltiples conversaciones con distintos profesionales. 

4. El tipo de enfermedad. El diagnóstico de una enfermedad crónica grave o que atenta contra la integridad, marca un antes y un después en la vida de la persona que lo recibe y en su entorno cercano. Algunos tipos de cáncer más agresivos o enfermedades como la fibromialgia que cursan con brotes impredecibles, causan una elevada incertidumbre que dificultan tomar decisiones vitales con anticipación.

Tip: Hablar con otras personas que viven la misma situación que tú te puede ayudar a sentirte identificado y a encontrar otras soluciones. Las terapias grupales han mostrado una gran efectividad en diferentes problemáticas.  

5. El estigma social. El conocimiento popular que se maneja sobre la enfermedad tiene una gran repercusión sobre las expectativas de la persona. Resultan especialmente impactantes aquellas enfermedades que se asocian a un proceso largo y doloroso, como el cáncer. Otras, siguen generando un gran rechazo sobre la persona que la sufre, como el VIH/sida. Además, existe un doble impacto si es una enfermedad rara o desconocida, ya que eso implica menos recursos disponibles e investigación limitada sobre la materia, como puede ser el caso de la COVID persistente.

Tip: Acudir a fuentes fiables de información es la mejor forma de acabar con falsos mitos. Las asociaciones de pacientes y familiares pueden ser una gran ayuda al respecto.

¿Y qué queda después? La rutina se puede ver completamente trastocada: lo que puedes hacer cambia, la velocidad a la que hacías las cosas disminuye, incluso la relación con tu entorno deja de ser la misma. Adaptarnos a la nueva situación vital puede resultar muy complicado. Muchas veces mostramos resistencia a asimilar los cambios, es decir, intentamos a toda costa hacer lo de siempre. Pero lo cierto es que ignorar los nuevos cuidados que necesitamos únicamente va a agudizar el malestar y retrasar el ajuste a la nueva situación. 

Tip: Prestar atención a las nuevas demandas de tu cuerpo, reorganizar tus horarios, poner límites cuando no puedes más… son algunas de las acciones que pueden ayudarte a conseguir dicha adaptación. Desde la psicología ponemos el foco en tus necesidades para ayudarte a lograr tus objetivos.

En una sociedad en la que el éxito se asocia a la máxima productividad, salud y belleza, las personas con una enfermedad persistente deberán enfrentarse a un doble duelo: por la salud y la funcionalidad perdidas y por un cambio del estatus social. Así que sé parte activa del cambio, dejemos de romantizar el cáncer y las enfermedades persistentes: no somos superhéroes, ni necesitamos una enfermedad para valorar más lo que tenemos. 

Tip: Si tienes alguien cercano que está pasando una situación similar, prueba a preguntarle qué necesita, cómo puedes ayudar. A lo mejor lo único que quiere es expresar lo mal que se encuentra, no le obligues a ver el lado positivo ni intentes imponer soluciones a sus dolencias. 

Es momento de aprender a vivir con la enfermedad pero sin que sea el centro de todas tus decisiones, siendo siempre una parte importante. Aceptar que no todo es color de rosa: plantearte escenarios posibles en los que los resultados no son favorables puede ayudarte a organizar tu vida y las decisiones que quieres tomar. Y posiblemente lo más importante, comprender que no eres tu diagnóstico: tu enfermedad no determina tu identidad, ni mucho menos tu valía. Recuerda que no tienes que poder con todo, si estás encontrando dificultades para adaptarte a tu nuevo diagnóstico, acude a terapia. 

BIBLIOGRAFÍA

Instituto Nacional del Cáncer: https://www.cancer.gov/

Moore, H. C. (2014). An overview of chemotherapy-related cognitive dysfunction, or’chemobrain’. Oncology, 28(9), 797-797.

Organización Mundial de la Salud (24 de enero de 2021). Cáncer. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/cancer

Wild C.P., Weiderpass E. & Stewart B.W. (2020). World Cancer Report: Cancer Research for Cancer Prevention. Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer.